
Aquí debía venir el nombre de la susodicha autora pero ha preferido quedar en el anonimato.
Estas figuras son un símbolo de buena fortuna y suerte. Parece que nos dicen adiós, pero sin embargo lo que hacen es un gesto de llamada al estilo oriental. En occidente llamamos con la palma hacia arriba, y agitándola de abajo arriba, pero en oriente, es justo al revés.
Los que mueven la pata derecha atraen el dinero, y los que mueven la izquierda, los clientes. Tradicionalmente eran de color blanco, rojo y negro, pero en la actualidad se pueden encontrar de todo tipo. Desde dorados, que parece ser uno de los colores favoritos, o plateados, hasta algunos que representan a “Hello Kitty” u otros personajes de los dibujos animados."
Y aquí dejo os el anuncio para quien no lo haya visto ;-)
Bien por la parte de Richard Ashcroft, vocalista de la banda británica The Verve, o bien por la de Mick Jagger y Keith Richards, los míticos Rolling Stones, la Sinfonía Agridulce se encuentra en el gran podio de mis 13 canciones favoritas.
–Dame unos segundos, quiero enseñarte algo –salté de encima de él como pude. Fue la excusa más barata que se me pasó por la cabeza.
-¡Me estás haciendo esperar demasiado! –dijo ansioso. Echó otro buen trago y esperó. El alcohol iba haciendo efecto.
Continuará.
–¿Una copa de coñac? –le invité.
–Sí, claro, ¡pero date prisa, encanto! – balbuceó mientras se sentaba en el sofá despatarrado.
Fui a la cocina que quedaba justo detrás. Cogí una copa, la botella y a la par que llenaba la cubitera de hielo, me dediqué a buscar en algunos cajones el instrumento adecuado para la idea que me había incitado a toda esta parafernalia. Pero nada me convencía. Empecé a desesperarme, todo estaba a rebosar de cubiertos finos y sofisticados, tenían pinta de valer un pastón. Sabía que iba a necesitar algo más grande. Seguí buscando hasta que, por fin, en uno de ellos encontré el adecuado, un cuchillo. No era muy grande, aunque sí lo suficiente. Además, estaba tan afilado que al pasar mi dedo suavemente por el filo me hice un pequeño corte.
–¡DATE PRISA! –gritó.
–¡Ya, ya voy! –respondí. Metí el cuchillo en mis medias y me dirigí al sofá por la parte en la que el tipo descansaba su espalda.
Continuará.
–No aquí, ven a mi apartamento, está a tan solo dos calles –le susurré al oído, imitando una voz de teleoperadora de línea erótica. Actuar no se me daba nada mal.
–Está bien –resopló. Después me echó un vistazo de pies a cabeza. –¡Tía, qué buena estás!–. No volvió a decir nada hasta que llegamos a mi supuesto apartamento. Se lo agradecí en el alma.
Continuará.
–Soy María –mentí–. Pareces aburrido, ¿quieres salir conmigo fuera? –pregunté sonriente, divertida. El imbécil asintió estupefacto, me devolvió su mejor sonrisa, la cual le hubiera parecido nauseabunda a cualquiera, y me siguió. –Hoy será tu noche de suerte –pensé.
Continuará.