Siempre me encanta regalar cositas a la gente a la que aprecio. Si puedo permitírmelo y veo el regalo perfecto, en el que a mí me parece el momento perfecto, decido automáticamente llevármelo a casa con el motivo de tener un pequeño detalle. Para mí es algo especial lejos de rituales y fechas impuestas. Es algo que me gusta, sí. Pero, ¿he dicho ya que esto me pasa solo con la gente a la que aprecio? Porque ultimamente me hace especialmente gracia que me metan en berengenales de tener que poner dinero para regalos destinados a personas a las que apenas conozco, o a personas con las que no tengo (o he perdido) confianza, o a esas otras personas con las que estoy obligada a relacionarme por un mero ámbito de trabajo. Quizá lo peor de esto es que reconozco que a veces me he llegado a sentir ligeramente cohibida ante situaciones del tipo: "¿Irisë, vas a poooneeer? (doble pestañeo mortal)". Así que bueno, hasta aquí. He puesto en practica los NOes rotundos y absolutos. Y lo mejor de todo es ver cómo las reacciones a estos "noes" pueden ser de lo más variopintas e imprevisibles, desde un "tía, pues luego no esperes tener muchos regalos para tu cumpleaños" o un gesto de: cara seria y un posible pensamiento de "jo, qué tía más tacaña, qué le costará poner 3€" Y de verdad, ni quiero regalos envueltos de compromiso ni realmente me quitan el sueño esos pensamientos hacia mi persona. Así que bueno, he decidido asumir mi papel de ogro tacaño con todas sus consecuencias pero que al menos mi bolsillo sí agradecerá.
3 comentarios:
A mi me pasa con los compañeros de trabajo, que siempre se hace regalo y claro, a veces me toca poner pasta para algun elemento que no me hace nada de gracia :-( Y cuando digo que no, me miran como si fuera el grinch.
Imponte! di que No!!
Saludos!!
basado en hechos reales... ainss pero tienes toda la razón -_-
Los regalos inesperados, aunque nos valga 4 ó 5 euros valen mucho, mucho más...
Qué decir, más de acuerdo NO puedo estar :)
Vivan los NOes
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