5.19.2009

Hermanos, ¡Daos la Paz!

...¡Y una leche!

Este pasado fin de semana me tocó ir a la comunión de uno de mis primos pequeños. Y a pesar de que yo no soy creyente, tuve que ir a la misa bajo la presión chantajista de mi madre. Pero bueno, he de reconocer que tampoco fue un calvario insufrible. Aunque suene a broma, confieso que al principio intenté prestar atención. Sentí curiosidad. Pero como intuí, acabé decantándome por 30min. de monólogo interior. Una misa es una misa, no sé qué se me pudo pasar por la cabeza. En fin, se estaba fresquito. Aguanté como una campeona. Además, sabía que lo peor venía durante la cena familiar que se iba a celebrar justo después.


¿Y qué pasa en este tipo de cenas? Pues la situación generalmente suele ser vomitiva/asquerosa. Allí la gente a la vez que se zampa banderillas de aceitunas con anchoas, es capaz de despotricar a diestro y siniestro, entre bocado y bocado, contra todo aquel individuo que se encuentre bajo su amplísimo campo de visión. Suelen estar bien entrenados, tanto que aunque parezca que están eligiendo otro pincho de tortilla, en realidad están con la parabólica hacia la conversación de los de al lado.

Así, junto al humo de los cigarros y al de los puros, se crea una densa atmósfera de hipocresia, envidia, chulería y estupidez por metro cuadrado de alucine. Menudo coctel molotov. Por suerte, el que mejor parado salió fue mi primo con sus 6 ó 7 juegos para la PSP. ¡Bien contento que iba el jodío!

1 comentario:

Emil "El Castañas" dijo...

Si es que las comuniones ahora son un chollaco, cuando la hice yo un Walkman, dinero que nunca volvi a ver y el cristo que llevo colgado.

Ni juegos, ni plasmas, ni motos i pianos =(