En el desigual combate contra el miedo, en ese combate que cada uno libra cada día, ¿Qué sería de nosotros sin la memoria de la dignidad? El mundo está sufriendo un alarmante desprestigio de la dignidad. Los indignos, que son los que en el mundo mandan, dicen que los indignados somos prehistóricos, nostálgicos, románticos, negadores de la realidad. ¿Pero acaso no son reales las mujeres y los hombres que han luchado y luchan por cambiar la realidad, los que han creído y creen que la realidad no exige obediencia? Hemos venido a deciros que valió la pena. La realidad es real porque nos invita a cambiarla, y no porque nos obliga a aceptarla. Ella abre espacios de libertad y no necesariamente nos encierra en las jaulas de la fatalidad. La realidad es un desafío. No estamos condenados a elegir entre lo mismo y lo mismo. Tenemos las manos vacías, pero las manos son nuestras
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