8.17.2009

Extranjera



Mis ojos oscuros se pierden en el azul e imponente Atlántico. La temperatura es suave gracias a la brisa marina que acaricia todo lo que encuentra a su paso, incluida la terraza en la que me encuentro. Es sencillamente increíble. El pueblecito, rebosante de tonos blancos y verdes, podría ser tildado de tranquilo dentro de lo que cabe. No hay mucha aglomeración de gente. De día reina la calma que a mí me gusta así que digamos que me puedo permitir nadar en la generosa piscina del hotel. Y a parte de todo esto, también he empezado a desenterrar mi inglés estándar. Aunque el gato al que acariciaba esta mañana parecía entender mi lengua materna perfectamente, al contrario que su dueño, que se había empeñado en regalarme al minino a toda costa.



2 comentarios:

Emil "El Castañas" dijo...

compra toallas

Chasky dijo...

El lugar tiene una pinta tremenda para una cena romántica.